El envejecimiento de la población va en aumento,
la esperanza de vida rebasa los 80 años, muchas de estas personas llegan en muy
buenas condiciones de salud, peo también están las otras personas que llegan
arrastrando diferentes enfermedades y que los pone en una situación de mayor vulnerabilidad.
Por ello desde hace tiempo se viene trabajando en mejorar los hábitos de salud,
es decir, estilos de vida y alimentación saludables para prevenir situaciones de
fragilidad en las personas mayores.
La valoración geriátrica es una de las mejores
herramientas, ya que valora el estado funcional, cognitivo, estado emocional,
nutricional, comorbilidad, polifarmacia y síndromes geriátricos, con ello se
podrían implementar estrategias preventivas, para evitar la fragilidad y sus
consecuencias en la salud de los ancianos.
Se define fragilidad como un estado clínico,
asociado a la edad, con una disminución de la reserva fisiológica y de la
función en múltiples órganos y sistemas, afectando la capacidad para hacer
frente a situaciones estresantes crónicas o agudas y una mayor vulnerabilidad
ante los mismos. Las características frecuentes de la fragilidad son la pérdida
de peso no intencionada, debilidad muscular, baja velocidad al caminar,
reducción de la actividad física y las personas mayores que cursan con estas
situaciones tiene más probabilidades de caídas, más dificultad de recuperación ante
una infección, cirugías y más probabilidades de hospitalización ante cualquier
enfermedad, además del impacto económico y familiar que generan.
Según los expertos la fragilidad en las
personas mayores se podría prevenir con ejercicio físico, una alimentación
adecuada a la situación de la persona, es decir, considerando peso, estatura,
patologías, gustos y preferencias de alimentos y con ello asegurar la cantidad
adecuada de proteínas, lípidos y carbohidratos, vitaminas, minerales y fibra,
además del consumo de agua. Otro aspecto que considerar es el tratamiento
médico.
El entorno también juega un papel importante en
la prevención de la fragilidad, un entorno amigable puede producir beneficios
en la salud de las personas mayores, por ejemplo, un entorno libre de barreras arquitectónicas
evita el aislamiento, mejora el desplazamiento y la movilidad dentro del hogar.
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